Este árbol frutal es originario de la zona intertropical americana, donde recibe nombres como quenepa, mamón, motoyoé, limoncillo, huaya, mamones, maco, etc.

Llega a superar los 25 metros de altura, y sus flores son muy fragantes, siendo cultivado fundamentalmente por su fruto, aunque tiene usos diversos: elaboración de tinte, ebanistería, medicinal, etc. Es poco habitual fuera de sus zonas de origen, y florece con dificultad fuera de climas tropicales.

Durante el siglo XVI, cuando Sevilla era el punto de salida y llegada de barcos hacia las nuevas colonias americanas, existían en la ciudad diferentes jardines privados donde se plantaban experimentalmente las especies recién llegadas del Nuevo Mundo. Estas huertas sirvieron como primerizos jardines de aclimatación en los que se comprobaba si las nuevas plantas podían adaptarse a las condiciones de la Península Ibérica. Con los propietarios de estos jardines estableció contactos uno de los padres de la botánica moderna, el holandés Carolus Clusius, para que le enviaran descripciones y semillas de las nuevas especies.

Clusius se carteó con Juan de Castañeda, médico estudioso de las plantas, quien contó con la colaboración de Rodrigo Zamorano, cosmógrafo y profesor de la Casa de la Contratación, lugar que funcionaba por entonces, entre otras cosas, como escuela de navegantes. Aprovechando su condición de examinador de los pilotos de la llamada carrera de Indias, Zamorano, y a través de él Castañeda, se hizo traer plantas exóticas de América. La contribución a la botánica de Castañeda es la serie de plantas del Nuevo Mundo sobre las que proporcionó noticias o materiales a Clusius, cuarenta de las cuales han podido ser identificadas, entre ellas los “mamones”, junto con la Pita o Agave americana. Aunque en realidad sería la papaya la planta aquí conocida como “mamón”, posiblemente los también sabrosos frutos del Melicoccus bijugatus llegarían a Europa por estas fechas de finales del XVI cuando ejercían su labor Castañeda y Zamorano.